El “idioma” y el “acento” digital

La incorporación de las tecnologías de la información y de las comunicaciones (TIC) a la escuela y su integración en la práctica docente cotidiana constituye un deber ineludible e inaplazable de los proveedores de educación y formación

 

Si reflexionamos, aunque sea por un instante, sobre la generación actual de estudiantes que ocupa los puestos escolares de los centros educativos, digamos los nacidos a partir de 1.990, convendremos, de inmediato, que se trata de individuos que en poco se parecen, en general, a los nacidos en épocas anteriores. Quienes, por razones de edad, llevamos trabajando cuarenta años en el sector de la educación y formación hemos comprobado, en vivo y en directo, que la generación digital, la que representa los ciudadanos nacidos a partir de 1.990, ha cambiado sustancialmente con respecto a otras anteriores.

 

Ese cambio causa poca extrañeza en asuntos como la jerga en el uso del lenguaje, el seguimiento de ídolos deportivos o artísticos, el uso de prendas de vestir o en la asunción de unas u otras modas, más o menos perecederas, con respecto a generaciones que les precedieron. El elemento diferenciador más radical que caracteriza a la generación que representa a los nacidos a partir de los años 80´del pasado siglo XX es el hecho de vivir en un momento histórico en el que la tecnología digital ha impregnado su vida, en el más amplio sentido de la palabra. Si centramos nuestra atención en el ámbito estudiantil, los escolares y jóvenes que pueblan nuestras aulas desde Educación Infantil a Bachillerato o Formación Profesional, pasando por Educación Primaria y Educación Secundaria Obligatoria, comprobaremos que sus vidas giran en torno al uso del ordenador, del teléfono móvil (desde edades muy tempranas), de los videojuegos, de las redes sociales,…

 

Los estudiantes que acaban de comenzar este curso escolar 2.011-2.012 viven en un ambiente familiar y social en el que procesan la información y el conocimiento de manera distinta a como lo hicieron aquellos de generaciones anteriores. Piensan en otro “idioma”, con otros esquemas, y esas desigualdades se acentuarán en el futuro, en progresión geométrica. Esta circunstancia ha creado una enorme brecha entre profesores y alumnos. Marc Prensky, para definir a ambos, acuñó el término  digital native -nativo digital-, al referirse a los estudiantes,  y digital immigrant -inmigrante digital-, al referirse a los profesores, en su artículo On the Horizon -En el Horizonte-, publicado en octubre de 2.001. Los profesionales docentes de mi generación y de otras más jóvenes, también, procedemos de la generación anterior a la digital a la que pertenecen nuestros alumnos; no aprendimos el “idioma” digital de forma natural, pues no existía o se encontraba fuera de nuestro alcance. Nuestros alumnos de hoy, sin embargo, nacieron y crecieron en un entorno donde ese “idioma”, ese lenguaje digital que representa internet, las redes sociales, los blogs y los videojuegos, forma parte de sus vidas. Lo aprendieron de una manera natural. Yo lo comprendo muy bien. Mis hijos nacieron en un ambiente familiar bilingüe y hablan indistintamente ambos idiomas. Lo mismo ocurre con los ciudadanos de comunidades autónomas donde existen lenguas vernáculas.

 

Sin embargo, un importante porcentaje del total de los profesionales docentes actuales pertenece a la generación analógica. Por ello, aprender el “idioma” digital les cuesta un esfuerzo tremendo. ¿Quién no ha escuchado alguna vez expresiones como “llevo estudiando inglés toda la vida y aún tengo muchas dificultades en comunicarme en ese idioma”? Pues lo mismo ocurre con la tecnología digital, cuando de inmigrantes digitales se trata. Estudiamos ese “idioma”; lo usamos, en situaciones más o menos complicadas; entendemos lo que nos hablan, pero nos cuesta un potosí participar activamente en la conversación.

 

Mark Prensky, para explicar este fenómeno, nos pone un ejemplo muy significativo. Utiliza el símil del nativo de una lengua y del ciudadano que la aprende en su edad adulta, como lengua extranjera. Los profesores -inmigrantes digitales- tenemos “acento”. Aplicado a la tecnología digital podría explicarse afirmando que el inmigrante digital usa la tecnología a nivel básico: navega por internet; usa las innumerables prestaciones de algunos teléfonos móviles, con limitaciones; abre  cuenta en Facebook, por ejemplo, ¡porque está de moda!, pienso yo, en muchos casos; etc. En fin, poco a poco va aprendiendo el nuevo “idioma” digital imprescindible en cualquier manifestación social de la vida hoy en día, incluida la docencia. El nativo digital exprime, sin embargo, de forma natural, todas las posibilidades que el “idioma” le ofrece.

 

¿Cuántas veces al día pido ayuda y recurro a los nativos digitales que se encuentran alrededor mío para solventar infinidad de problemas cotidianos que se me presentan? Que se lo pregunten a Sergio Ibáñez, a José Talavera, a Krestyna Pepelyaeva o a mi hijo Nikita, sin ir más lejos, que cada día me sacan de atolladeros en lo que me veo envuelto a causa de mi “acento” digital. Pero, ¡no arrojo la toalla! Intento aprender cada día para salir de un entorno caduco, sin futuro, cual es el analógico, ya descatalogado y en desuso. En suma, intento perfeccionar mi “acento” para competir en una sociedad globalizada cuyo lenguaje ordinario es el “idioma” digital común, imprescindible para comunicarnos en el ámbito personal, profesional y social.

 

Pero bromas aparte, la situación surgida a partir de la generalización del uso de internet ha tambaleado las estructuras pedagógicas en los centros educativos en las dos últimas décadas, fundamentalmente desde principios del actual siglo XXI. Ello ha ocurrido más notablemente desde que aparecieran las actuales redes sociales, blogging y plataformas más populares –Facebook, Twitter, Tuenti, LinkedIn, Google, WordPress, Tumbrl, Moodle, etc.-. Como afirma Mark Prensky, y yo me adhiero absolutamente a sus postulados, algunos profesores desconocen el nuevo “idioma” digital y otros muchos tienen tal “acento” que hace casi imposible que sus alumnos les comprendan. En definitiva, se empeñan en hablar un “idioma” distinto del de sus alumnos. ¿Te imaginas dar una conferencia en español a un grupo de estudiantes chinos?

 

Una característica de la generación digital que debemos tener presente los profesionales docentes hoy coincide con un estereotipo establecido por Prensky. “Los nativos digitales reciben información realmente rápida”. “Les gustan los procesos y multitareas paralelos”. “Prefieren gráficos antes que el texto”. “Defienden los accesos al azar (desde hipertextos)”. “Funcionan mejor cuando trabajan en red”. “Prosperan con satisfacción inmediata y bajo recompensas frecuentes”. “Eligen jugar en “serio” a trabajar”. ¿Os suena esta música? Nuestros alumnos disponen de una atención dividida, utilizan instantáneamente el hipertexto, descargan música, la biblioteca se encuentra en sus portátiles o móviles de última generación, emiten mensajes y chatean. ¡Están siempre en la red! Ellos tienen poca paciencia para escuchar conferencias, concebir la lógica paso a paso, atender pasivamente a sus profesores…

 

La generación digital –en la que se encuentran catalogados nuestros alumnos- demanda nuevos métodos, procedimientos y actitudes a sus profesores en las escuelas. Si no hablamos su “idioma”, o lo hacemos con un “acento” más o menos acusado, nuestra función encontrará una fuerte contestación por su parte. Al fin y al cabo, como decía nuestro consejero de Educación, Cultura y Deporte, Miguel Ángel Serna, en su primera intervención en el Parlamento para presentar las líneas generales que sustentarán la política de su consejería, las aptitudes de cada alumno marcarán el camino de su educación. El nuevo modelo educativo exige una renovación pedagógica que gire en torno a las demandas de los estudiantes, a través de una atención personalizada, con especial énfasis en sus múltiples inteligencias, como apuntara Howard Gardner. Para ello, y en un lugar destacado, es imprescindible intercomunicarse en un “idioma” común.

 

Un ejemplo muy significativo sobre la realidad en las aulas, en este caso universitarias, lo plasma Prensky cuando dice: “Fui a una universidad altamente valorada donde todo el profesorado viene del MIT”. “Solamente lo que hizo fue leer sus libros de texto. Me fui”. Esta afirmación es extrapolable a los centros no universitarios. A la pregunta sobre el alto índice de abandono escolar y de fracaso educativo hemos encontrado multitud de respuestas, todas ajenas a las posibles responsabilidades del profesorado. El hecho constatable adquiere cotas absolutamente incontestables. Existe una realidad social en la que el “idioma” digital mayoritario entre el colectivo de alumnos se “habla” con dificultad por un considerable número de profesores. La consecuencia: el proceso de enseñanza aprendizaje se torna confuso y difícil. La resistencia de los docentes al uso del “idioma” digital en las aulas, todavía existente, al sentirse incapaces de “hablar” el mismo idioma que sus alumnos, distorsiona el proceso de enseñanza aprendizaje. La mayor parte de las veces, nuestros estudiantes de este siglo XXI retornan a regañadientes, eso sí, a la era analógica, a un mundo que no conocieron muchos de ellos, hoy en día superado.

 

La realidad ante el comienzo del actual curso 2.011-2.012 ha mejorado sensiblemente desde que Marc Prensky publicara su artículo “En el horizonte” en octubre de 2.001. La mayor parte del profesorado ha comprendido que debe aprender y usar el “idioma” digital con sus alumnos. La verdad es que, a pesar del  “acento”, progresa paulatina pero adecuadamente. La brecha digital entre profesores y alumnos se ha reducido sensiblemente. Aún así, una mentalidad de cambio permanente del profesorado  en las relaciones con sus alumnos, exige que unos y otros aprendan a comunicarse. Es cierto que la resistencia se encuentra en el profesorado. Los más humildes, dice Prensky, aceptan que no saben pero desaprovechan a sus alumnos que les pueden ayudar a aprender y a integrarse;  Los menos, no tan humildes (o no tan flexibles), pasan la mayor parte de su tiempo renegando sobre cómo el tiempo pasado fue mejor.

 

Dejando constancia del esfuerzo cualitativo y cuantitativo que realiza la consejería de Educación, Cultura y Deporte en materia de formación permanente del profesorado y de formación en TIC, muy particularmente, es de justicia afirmar, asimismo, que el colectivo de profesionales docentes de la comunidad autónoma de Cantabria estamos empeñados en mejorar el “acento” digital para acercarnos cada día al “idioma” de nuestros alumnos. Si nos circunscribimos a Decroly, las TIC constituyen una de sus patas estratégicas. Cada curso escolar el esfuerzo de la institución y de los profesionales docentes y de administración y servicios por mejorar ese “idioma” se evidencia en cada una de sus actuaciones. Una de nuestras máximas cotidianas consiste en reforzar la cultura corporativa de Decroly impulsando la información, la comunicación, la orientación y el aprendizaje a través del “idioma” digital común, en un proceso constante, durante todo el año.

 

Decroly afronta el curso 2.011-2.012 con la determinación de hablar el “idioma” de sus alumnos, el lenguaje digital, a pesar de no ser la lengua vernácula de alguno de sus profesores. Pero, todos juntos, incluidos quienes poseen un marcado “acento” que dificulta la intercomunicación con sus compañeros y alumnos, aplican unos criterios pedagógicos comunes. Por otro lado, esa unidad de acción exige la adaptación de materiales existentes y la elaboración de otros nuevos al “idioma” común que deben utilizar siempre, como si de una inmersión lingüística se tratara, tanto los nativos como los inmigrantes.

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