UNA SELECTIVIDAD INUTIL

Publicado en DIARIO MONTAÑES 10 julio 2016

unis                  Miles de estudiantes se han sometido recientemente al examen de selectividad. La temida prueba ha sido aprobada, como ocurre todos los años, por el 95 por ciento de ellos, lo que deja en la cuneta a un minúsculo 5 por ciento de zoquetes, abriendo las puertas de estudios universitarios a la práctica totalidad. Una de dos, o tenemos un nivel excelente en nuestro alumnado de secundaria o es un trámite inútil. ¿Para qué sirve un examen que conduce prácticamente al aprobado general?. ¿No es suficiente la nota media de los resultados obtenidos a lo largo de los estudios de secundaria o se trata de otorgar otra oportunidad a quienes durante ese tiempo obtuvieron calificaciones mediocres?. O lo que es peor, ¿deben unas décimas condicionar la vocación profesional de los más capacitados?. De esta forma, nuestras 85 universidades, ninguna de las cuales figura entre las primeras 300 del mundo, se llenarán de alumnos en busca de titulaciones superiores con la creencia de que eso les abre un futuro mejor. Muchos de ellos, incluso tendrán un acceso con beca, a la que se exige una calificación media de 5,5 , un raspado aprobado.

Con el convencimiento de tener la generación de jóvenes más preparados de nuestra historia, masificamos la Universidades con miles de alumnos que en otros países se rechazarían por su insuficiente calificación, convirtiéndolas en simples expendedoras de títulos. Además de esta permisividad académica, los estudiantes dedican una media de siete años en completar cursos diseñados para realizarse en cuatro y al finalizar, se encuentran con que lo estudiado no les sirve y deben completarlo con masters más selectivos. Estos cursos han sustituido la excelencia de las universidades, pero entre los miles que se ofrecen, pocos son los que poseen un nivel de excelencia adecuado e incluso comienzan a florecer algunos con contenidos y calidades mas que ridículos.

En otros países, la Universidad selecciona a los mejores, permitiendo el acceso solo a los más capaces y dotando con becas a aquellos que, mostrada su capacidad, no pueden pagar los estudios. No es el caso español, donde la mayoría se otorgan con calificaciones mediocres, tan solo atendiendo a la situación económica del aspirante, con la falsa creencia que los estudios superiores son un derecho, del que se encarga el Estado, dedicando más de 9.000 euros por estudiante, aunque ni esté capacitado ni se esfuerce.

Que un país gaste mucho en educación, no garantiza que ésta sea buena. Depende del profesorado, de cómo se enseña y del esfuerzo del alumnado. En España, sin embargo, casi un tercio de nuestros estudiantes abandonan sus estudios y aunque en educación dedicamos un poco menos que los países de la OCDE (1 punto del PIB), la eficiencia es mala, gastando mucho en comparación con los resultados. Además existe una brecha entre la formación que reciben los jóvenes y lo que exige el mercado laboral. Al despreciar la formación profesional y su preparación práctica, no se puede dar respuesta a la demanda de las empresas, necesitadas de buenos grados medios, no de excelentes titulados superiores. Producimos más licenciados en Derecho que Francia e Inglaterra juntas, muchos más médicos que Estados Unidos, miles de periodistas, arquitectos y psicólogos que no lograrán un puesto de trabajo, mientras carecemos de cuadros intermedios y otorgamos rango universitario a dietistas, educadores sociales, profesores de gimnasia e incluso cocineros, pensando que un buen profesional debe tener siempre una titulación superior.

El éxito se basa en que partiendo de una igualdad de oportunidades, se premie el esfuerzo y la capacidad. Si consideramos que la educación superior es un derecho generalizado, la sociedad cae a un nivel dominado por la mediocridad. Así que no nos quejemos cuando decimos que nuestros chicos no encuentran trabajo. Primero, que los responsables de la educación en España, abandonen su demagogia de derechos para todos, premien el mérito y ajusten la enseñanza a las necesidades reales de la época en que vivimos. Y segundo que los estudiantes se esfuercen, que aprendan idiomas y que no se cieguen pensando que la Universidad es la puerta del éxito seguro, por la simple obtención de un título. Aunque hayan aprobado una “selectividad” que no selecciona nada.