
De esta manera tituló Peter Drucker su publicación realizada en 1989. Evidentemente treinta y seis años después el Estado, la economía, la tecnología y la sociedad son radicalmente diferentes, pero lo que no ofrece duda que en este siglo XXI la Nación tiene unos desafíos contundentes.
Es mucho lo que henos visto pasar durante estos años, cosas que han cambiado de manera evidente el devenir del mundo occidental. Desde la revolución industrial, la domesticación de la energías nuclear o. la universalización de internet, todo ello cabalgando sobre las aspiraciones de democracia en bastantes lugares del planeta, la creación de Naciones Unidas, la caída del Muro o la creación de la Unión Europea.
Llevamos parte de este siglo XXI con un proceso de inestabilidad política e incertidumbre ciudadana que tiene braceando a las instituciones y perplejos a un importante núcleo de la población.
Estas realidades no asumidas aún por la mayoría se sustancian sobre el debate territorial que enfrenta la la vida española, consume esfuerzos de las Instituciones ante las continuas pretensiones de los independentistas, desalentando a unos ciudadanos que además soporta la dentellada de la inflación que devora sus dinero alejando la posibilidad de proyectos estables para una vida que ven cambiar ante la arribada notable de inmigrantes ilegales, desconociendo como se controlarán esos flujos y la influencia que tendrán en sus hábitos y costumbres.
Hasta el momento Europa mantenía en el imaginario de los españoles el Orteguiano «España el problema, Europa la solución». Que sin embargo ahora con unas instituciones europeas muy bizcochables, burocratizadas hasta la náusea y despilfarradoras que sea han trabajado muy concienzudamente su propio descrédito y la ausencia de legitimidad para afrontar la guerra de Ukrania provocada por los comunistas rusos que obliga a invertir en armas y tecnología para la guerra después de décadas gorroneando a los USA en la materia, esto a ver como lo soportan unos ciudadanos acomodados que no quieren ni oír hablar de ello y con unos dirigentes políticos utilizando un neo leguaje que trata de confundir para «metérsela doblada» a la gente, sin tener el coraje político necesario para decirles que la guerra se evita estando armados hasta los dientes.
Otra de las realidades que está aquí y debe afrontarse como sociedad es la irrupción de la inteligencia artificial y sus consecuencias sobre la industria, la salud, las administraciones públicas o las comunicaciones y como el ser humano la «domesticará» poniéndola a su servicio, por mucho que diga algún gurú que busca su espacio alarmando sobre los terribles peligros de la misma.
Hace falta, es de supervivencia, invertir decididamente para la transformación digital empresarial que mejore eficiencia y productividad en una España en donde el pequeño tamaño de las empresas obstaculiza los avances técnicos y el desarrollo de las necesarias infraestructuras digitales.
A esto se añade el peligro democrático que supone la aparición de «líderes fuertes» con moroso respeto por la separación de poderes que abanderan propuestas simples para problemas complejos en un mundo multiproblemas, apelantes a la víscera más que las propuestas racionales, refractarios a la libertad de información que tratan de domesticar sin pudor, además de los groseros comportamientos que exhiben, tantos ellos como sus adheridos prosélitos , aunque no deja de ser cierto que cualquier boludo cuyo pensamiento político cabe en un tweet tiene en esta España nuestra posibilidades de éxito político.